Muchas veces estamos tentados a reaccionar de manera violenta contra las personas que nos ofenden o quizás ofenden a un ser querido, pero ¿es esto lo que debemos hacer?, ¿es bueno ojo por ojo y diente por diente?. La vida según lo que vemos a diario se dirige hacia ellos, donde la ley de la selva impera y el más fuerte gana la batalla….pero ¿Quién es el más fuerte?. La fuerza está reservada para animales irracionales y por lo tanto la ira, y todo efecto que conlleve el enojo es sinónimo de involución.
Ya pasaron las épocas en que el hombre tenía que ser el más rudo, el salvaje para dominar a una mujer, me refiero a la época cavernícola, si estás pensando por un momento que el hombre debe dominar imponiéndose déjame decirte que estas por mal camino. La violencia engendra violencia, una acción inadecuada genera una reacción, pero ahí esta justamente la clave del éxito en las relaciones personales, la reacción no debe estar orientada a la violencia, más bien al razonamiento y a dejar de lado todo acto de agresión.
Entonces, ¿dónde está la fórmula para poder dejar de sentir este sentimiento destructivo?…la respuesta la tenemos en el PERDON, pero ¿somos capaces de perdonar…. de corazón?. No hay mejor ejemplo de nuestro padre celestial que envió a su único hijo a sufrir por nuestros pecados, y ¿que obtuvimos de Jesucristo?…solamente el PERDON. Al perdonar nos fortalecemos, y nos perfeccionamos como seres humanos, pues bien quizá alguna o varias veces, lastimaste o te lastimaron, volviéndote una persona: resentida, negativa y hasta desagradable a tus propios ojos y al de los demás. Posiblemente sea eso lo que desde hace tiempo llevas a cuestas y no te deja avanzar con facilidad hacia una vida plena.
«Mis padres me enseñaron a pedir disculpa, perdonar y ser agradecido, la vida nos depara muchos momentos tristes y amargos, pero en la medida que cultives estos valores en la misma medida hallarás paz en tu interior y serás grande».