El conocimiento cambia permanentemente, pero los sistemas educativos no han cambiado, continuamos inmersos en un sistema tradicional, en el que se han diseñado reglas para medir los objetivos, para comparar los diferentes aprendizajes frente a unas escalas estandarizadas. Pero ¿qué es lo que se intenta medir? y ¿para que? Cada persona es única con sus propios valores, entonces un número es el que nos define la calidad de persona que somos, en donde unos son los ganadores y otros los perdedores. En la escuela, tiene mucha importancia las competencias, el individualismo, el materialismo, y esto no es coherente con la estructura educativa que se busca, pero esto es lo que realmente se enseña.
Mientras el progreso económico y los avances tecnológicos nos brindan una calidad de vida impensable tan sólo algunas décadas atrás, las escuelas del siglo XXI son una fotografía de tiempos pasados. En el mismo período que pasamos de escuchar música en pesados fonógrafos a escucharla en reproductores de MP3 portátiles, las aulas han permanecido casi intactas.
En contraposición al aula tradicional, donde los alumnos sentados en incómodas sillas intentan memorizar los contenidos impartidos por un profesor con el único objetivo de aprobar el examen final, las escuelas deben ofrecer a cada educando la posibilidad de construir sus propios procesos de aprendizajes. El ámbito en el que se desarrolla la actividad carece de rigidez, sin pupitres alineados, las herramientas están a libre disposición según los gustos y los intereses del momento de cada chico. La espontaneidad es la protagonista.