
Durante toda la convivencia nos pasamos discutiendo, renegando el uno con el otro, queriendo imponer nuestras ideas, fijándonos sólo en el yo, y muchas veces no nos damos cuenta que el otro ser humano también tiene las mismas emociones y ganas de vivir.
Y así se pasa la vida, logrando sueños, cosechando éxitos y de pronto un día todo llegó a su fin.
Te sientas a conversar nuevamente pero ahora en soledad, lanzando tus palabras al aire y deseando escuchar aquellas mismas palabras de antes, pero sólo escuchas tu propio eco en la habitación de siempre. Miras el sillón y ya no está más, vas al comedor y te imaginas junto a esa persona que te acompañó por muchos años de tu vida, pero ya no está más. Caminas por las calles y extrañas su mano tibia en la tuya, pasas por aquel café y deseas entrar para esperar su llegada otra vez, pero nunca llega. Te acuestas del mismo lado como esperando que llegue a calentar tus frías noches de invierno, y te despiertas con ese amargo sabor a soledad.
¿De que valió tantos momentos de hacer sentir mal a esa persona?
Valora a aquella persona que es imperfecta como tú y que aún está a tu lado, pues mañana más tarde extrañaras su voz, su sonrisa, su caminar de la mano, sus «locuras» y sólo te quedarán sus recuerdos.
No olvides esto: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Con aprecio. Victor.